¡Qué locura!. ¡Llenos hasta la bandera!. Gracias a todos los
que asististeis y a los que no pudimos dar mesa.
Un Menú especial; el “Filtro de amor” para todos; el relato
“LA MAGIA DE SAN VALENTÍN”, elegantemente erótico de Miguel Garrido con ilustración
de Juan López; las canciones en vivo de Luis Felipe y la guitarra de Carlos; y
finalmente “Beso” un tinto de Utiel-Requena y un cava rosado “ Elyssia” de
regalo para brindar en casa. UNA NOCHE REDONDA
Ya saben quienes nos
conocen que EL CHISCÓN celebra multitud de eventos y seguro que los próximos les
encantarán.
La plaquita metálica en
la puerta decía escuetamente: Agencia de
Escorts. Santiago pulsó el timbre con firmeza y poco después se hallaba en
el amplio y confortable despacho que recordaba tan bien. Y a doña Soledad en
persona -alta, esbelta, con aspecto de ejecutiva americana- saliendo a su
encuentro para abrazarlo.
Primero, los saludos y cumplimientos de
rigor: Cada día más joven, querido. Tan hermosa
como siempre, amiga mía ¡Los años no pasan por nosotros! (entre risas). Y
al fin la broma tradicional del
hombre: Sigue el contrasentido, ¿verdad?:
Soledad dedicada a acabar con la soledad de los demás.
La señora dirigió a su visitante al tresillo
que había a un lado del despacho, lo hizo sentar en el sofá y se sentó junto a
él.
-¿Otra celebración de San Valentín?
-exclamó, sonriendo.
-Sí, Soledad -contestó él- Un catorce
de febrero más y de nuevo con su ayuda. Mientras pueda vivirlo. ¡Y pagarlo!
Ella volvió a sonreír:
-Recibí su mensaje y está todo
preparado. Tengo la joven que le conviene: hermosa, elegante, culta, discreta,
a partes iguales. ¿Quiere ver las fotos? ¿O las fotos de otras de mis chicas?
Fotos en traje de calle, y en traje de noche, y naturalmente sin ropa, en plan
artístico-. Hizo ademán de levantarse, pero el hombre la contuvo.
-No, amiga mía, muchas gracias. No
quiero saber nada. Prefiero el misterio y la sorpresa.
De un bolsillo de la chaqueta sacó una
cuartilla doblada y se la entregó a la señora:
-Ahí tiene la información básica que mi
novia debe saber sobre nosotros y aprender de memoria. Ah, por cierto, se
llamará Selene -y ante el gesto de extrañeza de ella-. Selene, la luna, no sé bien
por qué, ha sido una corazonada. Y dígale a Selene que la vendré a recoger a
las seis de esta tarde, que la llevaré a tomar el té, o el café, o lo que ella
desee. Y luego al teatro, para cenar a continuación en mi restaurante mágico
preferido.
-¿Y a bailar a una sala de fiestas
después?
Santiago suspiró:
-No, no, este año no. Tengo cuarenta
-breve pausa-, cuarenta y bastantes años y debo guardar mis fuerzas para la noche.
Así que después de la cena llevaré a Selene directamente a casa.
Soledad le dio un golpecito amistoso en
una mejilla:
-No siga, por favor. Esta es una
agencia honesta, que paga impuestos y seguros sociales. Fíjese si seremos serios
que hasta damos factura con IVA. Y lo que cada una de mis empleadas haga
después con su vida y con su cuerpo más allá de la jornada laboral y social, es
cosa exclusivamente suya.
-A propósito de facturas -suspiró él. Y
volvió a la chaqueta en busca de la tarjeta de crédito.
El restaurante era realmente mágico, en
luces y penumbras, en silencios y en murmullos, en decoración y en sencillez.
Tenía aspecto de bistrot parisino, de
ese bistrot, más imaginario que real,
con el que todos hemos soñado alguna vez.
El maître
se acercó a recibir a la elegante pareja que aparecía por la puerta.
-Bienvenidos, y encantado de volverlo a
saludar, don Santiago -susurró, con una leve inclinación de cabeza.
-Buenas noches, César -contestó el
recién llegado-. Le presento a Selene, mi prometida, con quien voy a casarme en
breve plazo.
-Enhorabuena a los dos -dijo el maître, con una nueva reverencia, pero
sin expresar emoción alguna-.Les he reservado mesa en la planta alta, al fondo,
en un rincón muy agradable y discreto.
Y así era, en efecto: agradable y
discreto. Nuestra pareja se sentó frente a frente, aunque muy cerca el uno de
la otra, las manos enlazadas sobre la mesa, las rodillas rozándose bajo ella.
No había duda de que estaban muy enamorados.
-Querida mía -susurró Santiago-. Espero
que te guste la cena, la velada, ¡la visita! Porque me han dicho que esta noche
hay música en vivo y luego vendrá San Valentín en persona, para bendecir a las
parejas y augurarles su futuro.
Selene, en silencio, sonreía
suavemente. Morena, con grandes ojos negros, belleza un tanto triste, madurez
plena en la raya imprecisa de los treinta años.
La cena resultó exquisita: ingeniosa y
fantástica, entreverando platos audaces y viejos refranes de popular sabiduría
gastronómica. Un dúo musical, guitarra y voz, animaba la velada. Pero Santiago
y Selene comían en silencio, un tanto ausentes y como aislados del entorno.
Y San Valentín apareció efectivamente a
los postres. Venerable anciano, barba blanca, estatura imponente, lujosa
vestimenta y atributos episcopales: casulla, dalmática, capa pluvial, en sedas
rojas y blancas, y todo ello recamado en oro y piedras preciosas. Más la alta
mitra roja en la cabeza y el báculo de plata, entretejido de filigranas
góticas, que el santo empuñaba en la mano izquierda con solemne gravedad. Le
seguía un monaguillo rubio y pecoso, con un cestillo de mimbre en las manos.
El obispo, recorrió las mesas del
salón, deteniéndose ante los comensales y en último lugar, se acercó a nuestra
pareja. Aquí se irguió y miró fijamente a la mujer.
-Hija mía -exclamó lentamente con
profunda voz-, tu recorrido celeste está a punto de llegar a su cénit, entre
nubes que debes apartar a los lados.- Se volvió hacia el monaguillo, tomó de la
cesta una rosa roja y se la entregó. Y luego el santo se dirigió al hombre:
-Una luna negra marcará tu destino,
Santiago. No temas y no la dejes escapar, porque ella te hará feliz-. Sacó del
cestillo una especie de pergamino enrollado y se lo entregó:- Aquí tienes lo
que debes saber y recordar, presente y futuro, línea de la vida y del camino
recto. Pero no lo leas antes del amanecer de mañana o romperás el hechizo del
tiempo que transcurre y escribe nuestra historia.
Se apartó un par de pasos, elevó los
brazos y bendijo a la pareja, mientras recitaba una oración en latín.
Santiago,
en el cuarto de baño pequeño de su casa, se dio una ducha rápida y luego
se perfumó con generosidad. Peinó con
cuidado el pelo, que, ay, empezaba a clarear. Por último, revistió un pijama
elegante y sencillo.
Le había cedido a Selene el cuarto de
baño principal y le había dicho que tomase todo el tiempo necesario para
prepararse, porque en la noche de bodas no se puede pedir a las novias que se
den prisa. Esperó diez minutos más, reloj en mano, y luego entró lentamente en
el dormitorio. Y, oh, sorpresa, Selene ya estaba allí, esperándolo, sentada al
borde del lecho, muy erguida, con los ojos entrecerrados. Estaba desnuda de
cintura arriba y el vaporoso salto de cama se desbordaba en torno suyo, como los
pétalos de una gran flor blanca.
Santiago se acercó despacio y la
contempló, a la tenue luz de la lámpara de la mesilla de noche. Y entonces
descubrió el milagro: la luna negra.
Selene le sintió llegar y sin moverse ni
abrir los ojos, recitó:
-Sabio
lunar que colocarse supo
tan tentador sobre el rotundo seno…
Santiago, como si completase una
plegaria, continuó recitando:
-De
orgullo lo supongo y gozo lleno
por
la redonda suerte que le cupo.
Con el respeto y la devoción debidos a
una reliquia santa, se inclinó sobre el busto ofrecido y besó el lunar, grande,
perfectamente redondo y de color marrón muy oscuro, que destacaba en el
henchido hemisferio del pecho derecho femenino. Y después se apartó para
mirarlo bien:
-No, no es posible, no puede ser. No
puedes ser tú, te hubiera reconocido.
-No me has reconocido porque nunca te
fijas en el rostro de tus novias -contestó Selene, en un tono que tenía tanto
de reproche como de comprensión.
-Pero tu lunar… Ese lunar hermosísimo
no lo he olvidado ni lo olvidaré nunca. ¿Fue hace cuatro años? ¿O cinco?
Recuerdo que pasé la noche besando, acariciando, lamiendo tu lunar y recitándote
ese soneto que hemos empezado. No es mío, ni sé de quién es, y ni siquiera si
lo digo bien. ¿Y sabes, querida mía? Te estuve buscando los días siguientes y
Soledad me dijo que habías desaparecido.
-Hoy sin embargo he vuelto, Santiago.
Un nuevo año lunar ha empezado. Y mi luna negra vuelve a ser tuya. Te autorizo
a que sigas adorándola.
La luz del sol se filtraba entre los
pliegues de los cortinajes del ventanal. Santiago abrió los ojos y por inercia
levantó el brazo izquierdo para mirar la esfera del reloj de su muñeca. Pero el
reloj no estaba, lo había perdido, se habría caído al suelo, sobre la alfombra,
entre el revoltijo de las últimas prendas de la pareja.
Volvió a la realidad, con el regusto y
el disgusto de la noche pasada. Regusto por el placer, disgusto porque se daba
cuenta de que había llegado la hora de cambiar de vida. Bien, bastante bien para mi edad, pensó, suspirando. Y sí, gracias
a Dios (y quizás a san Valentín), Selene seguía a su lado, durmiendo
plácidamente. Dejó caer el brazo y su mano tocó algo: la rosa roja del santo. Y
a su lado, descubrió el pergamino enrollado. Se inclinó más y lo recogió. Leerlo no antes del amanecer, recordó.
Con dedos temblorosos desató el cordoncillo rojo que lo envolvía y haciendo un
esfuerzo visual para retener la luz, empezó a leer en alta voz:
-La
plaquita metálica en la puerta decía escuetamente: Agencia de escorts. Y a
continuación, todo el relato que nosotros, espías involuntarios, estamos
leyendo.
-No puede ser -exclamó, dejando de
leer.
-Sí lo es -dijo Selene, abriendo los
ojos y sonriendo-. Recuerda que Valentín es un mago y no sólo lee nuestro futuro
sino que recomienda, ordena, diría yo, lo que hemos de hacer: el camino recto,
querido. Mi luna ha llegado a su cénit y tú debes aprovechar la ocasión de ser
feliz con ella.
Echó abajo la sábana y la colcha del
lecho, se descubrió por completo y se sentó en la cama. Lo miró desafiante:-
¿Qué haces ahí quieto? Ven a adorar nuestra luna negra -y volvía a sonreír-: es
una orden que a partir de ahora espero repetir todos los días de nuestras
vidas.
Santiago, como un creyente devoto, se
arrimó a la mujer y obedeció.
Miguel Garrido.
Hotel Panorámica
Garden.- Los Realejos, Puerto de la Cruz, Tenerife.
25.01.2014.
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