lunes, 2 de diciembre de 2013

UNA LOCA SLOW CENA PLATO A PLATO SALIENDO DE UNA CAJA DE ZAPATOS

Esto que acá os envío, son parte de lo recientemente encontrado, en una caja de zapatos, en los aledaños de Callao Square, que se están estudiando, sin dilación, pero diletántemente, por los más brillantes elencos de filólogos, para certificar su autenticidad y su brío, así como la edad aconsejable, que siendo escritas en papel de barba, reflejan una apesadumbrada holgura de tiempo, curvado y relativo o no, pero de reloj. De cuco, of corse.
Se sospecha que fuese el primer esbozo de una tal Alicia; o un escrito del tatarabuelo de algún Marx, tal vez Harpo; o, lo mas verosímil, de un cretino.
La boca de Quevedo Square, anda hoy como perdida. Resuenan los pasos de tacón de tres acompasadas señoras, que por la edad les gustaría ser tratadas de señoritas, puro machismo. Tienen el ritmo y la destreza de los alazanes andaluces, haciendo un pase matinal. Caracolean los botines al chasquido de sus lenguas bífidas. Llega el tren. Se fijó en un dibujo a tres rotuladores. Rayas, cruces, redondeles y una cara como de Madona. Tres en raya tridimensional. Y con artista.
Pese a la cojera, conseguirá subir a un wagòn, que parece desperezarse de aburrimiento? El gordo cincuentón, el del andar vacilón, marcado a ritmo de Bolero, el de Ravel. Natural. El que pone cara de velocidad cada vez que supera los tres por hora. O por gorra? Acaba de salir. Correrá? Tres pasos y suspiro enorme que parece vaciar los pulmones de alquitrán. Y tras unos segundos interminables, pone sonrisa de triunfo, que por su ensañada de dientes, más parece querer morder a alguien que otra cosa. Sonrisa de chimpancé.
Se sienta, orondo. Y al levantar los ojos, percibe su error. Del fenomenal impulso tomado, ha salido al otro andén donde se desarrolla una función de teatro infantil. La gente va disfrazada de sardinas yogando, ostras yodando, cebollas llorando. Tomates de huerta y de calvario. Una morsa grita: Me han pescado. Hoy me han pescado. Mientras paladea la mirada sobre las ostras y unas sardinas que van de entierro, todas de frac. Y dos gatos, le flanquean. Uno, atigrado de pelo largo, ronronea callado. El otro, con la cabeza rapada a un lado, ondea su flequillo, no por conocido menos desperezado,.
-Que tal? Le pregunta.
-Pues chica, no me va mal. Responde el cincuentón.
Y alzando todos a la vez los ojos superpuestos, entre percebes y puerros, y alguna zamburiña, ven un enorme estrado. Alzado sobre un bodegón de huerto, una mesa y una silla parapetan una urraca de cara conocida, que se esconde tras un pelo negro como alas de cuervo. Su cara se vuelve dura como la realidad. Y desde su porte de reina de picas, inicia una perorata, que sumerge en bullicio de fanfarrias a todos los congregados. Cuatro, y son pocos y locos, alabarderos, a modo de pregoneros, inician la letanía, cada uno por su vía.
-Callen, mastuerzos, chulapas y gavilanes, que la Reina de Picas nos da el lustre, la sazón y el caldo!
En medio de la cacofonía, la gata borra de un zarpazo su cara, y en ella se pinta una enorme sonrisa que todo lo atrapa. 
-Hoy van a por ti! pero primero... Dice la gata, y saca un tablero helicoidal, donde empezar a.jugar un tres o seis.en raya tridimensional, a tres manos. Y con una uña coloca un ojo de pescado en el centro exacto del firmamento. 
-Empiezo yo, que para eso lo he traído.
Y el cincuentón, al que llamaremos Michoux, bosteza. Mira hacia la reina y pregunta.
-Esto va para,largo? Es que tengo que ir a cocinar.
Un fuerte murmullo de desaprovación entona una diéresis conjunta de mil y pico gargantas. Y el cielo se festonea de exclamaciones, comas y diretes.
-Que le corten la cabeza. Que le apiolen. Que le amasen. Que los salteén.
Gritan voces al unimilsono.
-Yo lo prefiero en rilletes, que está regordete.
De nuevo la reina va a hablar y la gata, de un empellón, levanta al cincuentón, y se lo lleva a una vagoneta, donde una enorme croisant discute con una barrita tostada de tomate, quien pesa más en el desayuno de Chamberi. Suben. Y a sietes vueltas,los antagonistas les alejan del mercado de justicia...
-A donde vamos? Pregunta Michoux.
-No es evidente? De las Rilletes de Conejo hacia las Patatas asadas con Oliverade. La gata, que nombre tiene, y lo tenía Michoux en la punta de su calva, pero se le escapa, le anima.
-Y si mueves?
Posan al pasar por pueblos garbanceros, y alguno de chacina, rumbo al de las Cebollas, que un fino rebautizó de las Fuentes, sobrevolados de una tormenta de merengue sin hojaldre y de roscones sin premio. Y paran a tiempo de ver a un huevo alocado, sentado sobre un muro, gritar, mirando al suelo: ¿Pero donde se escapa mi ser?
Tropeles de caballeros armados de sandías y zanahorias, con la facha de un jabali, en jambalaya, les buscan por las hondonadas. Y por fin Michoux mueve. Encina del ojo una cuchara....
-Vámonos de aquí. Con este ruido de vajillas no se puede pensar.- Y la gata movió la cabellera que le abofeteó los ojos entreabiertos, para salir frente a una casa custodiada de liebres en gabardina y gambas en pañales. Un enorme hongo se les acercó. Andando al paso del ánade. Y tocando con los pies un vals que no era de Straus, les propuso entrar en el fuego.
Y ya teníamos las pataniscas de boletos con aire de ser de la sierra de Madriddanzando. Pero no le dejaron mover ficha. Tenía pinta de estar mal de la azotea. Y ellos eran dos cuerdos en la cuerda floja. Y eso exige mucho equilibrio. Así que se buscaron trajes de aventureros extraperlistas, y vestidos de buhoneros, con bombín y dos huevos duros en cada bolsillo, se encaminaron tras los pasos de una cabra, que de loca, bailaba al traspiés, entre la merengada, restregándose a todo cochino y chacina y balando:¿Alguien me da un vino?
Michoux y la gata levantaron las copas, que sin estar llenas, ya se derramaban de garnachas. Y la gata moviò un queso al lado de su sombrilla espacial. Poniendo el juego en baño maría.
-Y la verdura? Preguntó Michoux.
-Pues de temporada. Coliflor como menos. Y alcachofas como más.- decía la gata al relamerse. Y colocó un plato al lado de su queso. Y los ajetes, tirando al cielo arroz, para cazar membrillos al ojeo, al voleo, o al curricán. Y se hicieron el arroz de queso y verduras, que estaba como la cabra de vacilón.
Y a la carrera, la del vagón del que no bajaban ni a empujones, huyeron de unas fantásticas hordas de cebollinos, lechuguinos y demás Inos molestos que te encuentras lamentando lo que no han hecho. Lástima de jugada. La gata no se deja cazar.
Ya por los Colmenares, saltando de ríos de leche a puentes de jamón, se percataron que el civet de cabrita estaba hecho, y sin haber despellejado a nadie. Nada como llegar a la Cibeles.
Michoux se puso la cara de amasar. Esa de que a fuerza de poner fuerza, termina forzando a la harina a mezclarse con los demás. Que es muy suya esta doña. Y de tanto mirarla, se hinchó, sabiéndose sabrosa. Y en eso colocó un Pan quemado en el damero. Sabía que la gata se relamía. Esto le gustaba. Y todo en el vagón. Cortando el viento y galopándo, por el Retiro. Y sin un remiendo.
Unas calabazas formaron un fortín, que de pequeño que era más parecía una barricada. Y dispuestas a todo, meneaban cestos de alambre, y jazmín, de huevos por cocer. Pretendían defender la entrada a la calle Castelló. Defender a la francesa. Que es como no dejarte pasar ni a tomarte un rico vinico al Chiscón. Cuan groseras se ponen estas concurbitáceas, cuando se ponen sin asar. Y mientras Michoux se quedaba obnubilado, casi roncando, y dolido, casi en pisto andaluz, de los del Mercado de la Fayete, se entiende, la gata movió ficha, y dejando caer cucharadas de masa a la fritura helicoidal, se marcó un cuatro en la raya espacial, a base de unos buñuelos de calabaza que se desperezaban, bailaban y movían con esos aires de rococó, con los que las mujeres fetén de estos lares, te dicen, se mira pero no se toca.
Y un pregón inició su canto.
-La parte contratante de la segunda parte.- Y lo repetía sin fin. Rompiendo papeles al viento, que se convertían en fina lluvia de azúcar y canela.
-Yo me tomaría un café con leche. Dijo la Gata.
-Pues yo, como estamos de paso paseando, un solo con mucho azúcar.
Pero un golpe le rozó el pie derecho, que sin derecho, y a bocajarro le despertó del empellón. Ajustándose la gorra, abrió los ojos, y se percató que solo estaba a una estación de su terminado recorrido. Así que se preparó a una larga carrera de cojera, para llegar a echar un vistazo al Angel Caído antes de ir a arremangarse los brazos, que por mangas se pone, y darse un desayuno antes de entrar.

 
Miguel López Castanier
Chef del Chiscón de Castelló. A mucha honra