jueves, 13 de junio de 2013

La Manzana



La primera de estas eutrapelias la dedicaremos, lógicamente, al primer alimento del que se tiene noticia. En estas coplillas propongo a los oyentes que adivinen de qué se trata:

                                               Nuestra más antigua abuela
                                               pensó que era cosa sana
                                               y tras de cogerla ufana.
nos la ofreció, coquetuela,
                                               Fue disputa su acertijo
                                               (pero disputa divina)
                                               y en ella casi  asesina                        
                                               un tal Guillermo a su hijo.
                                               No es ni carne ni pescado
                                               mas su zumo es exquisito 
                                               y en el plato a algún cerdito
sirvió siempre de bocado.

Ya habrán adivinado los inteligentes oyentes que estoy hablando de la manzana. ¿Y de dónde saco yo que, aparte de ser un sano y honesto fruto, es un buen punto de partida para esta serie de eutrapelias, o anécdotas, gastronómicas?
Muy sencillo: porque me voy a permitir glosar algunas de sus cualidades, y cómo ellas se entroncan directamente con nuestras tradiciones.
Seguramente saben que estuvo a disposición de Eva en el Paraíso. Pero lo curioso es que la Serpiente que trató de engañarla, y la engañó por cierto a ciencia y conciencia suyas, no fue con una pobre e inocente manzana, por más que así lo hayan pintado, sino con el fruto del árbol del Bien y del Mal, Lo que pasa es que ningún pintor vio tal árbol y, zás, eligieron la manzana, redonda y coloradita, que se deja dibujar muy bien. Vamos, que menudo engaño.
Sí, amables radioyentes: la manzana, aclimatada hoy en todo el mundo y docenas de variedades, surgió en Asia Central, relativamente cerca del golfo Pérsico, por donde parece que estuvo el Paraíso Terrenal. Qué casualidad.
La humilde manzana ha estado siempre ligada a la alimentación humana, bien en su forma directa y rotunda, bien como parte de la cocina. Lógico, porque mantiene sus propiedades nutritivas mucho tiempo, como ocurre con los cítricos.
Pero, ah, no hay manera de que un cocinero pueda preparar una naranja en la variedad de formas que lo hará con la manzana: en salsa, asada, como relleno... ¿Quién puede imaginar un cerdito asado sin morder una manzana? 
Y aquellos que huyen de las grasas saturadas que creen que contiene el cerdito asado algún día hablaremos de ello―, seguro que no le hacen ascos a una buena sidra, preparada a la asturiana, bien con gas, bien “tirada” con habilidad, en cuyo caso el aire que se mezcla con el líquido mejora sustancialmente su paladar.    
La manzana: ¿que habrían hecho sin ella los Beatles, que la colocaron en su logotipo, como también lo hizo el ordenador Apple (manzana en inglés)?
¿Cómo habría descubierto Newton por qué se atraen los cuerpos celestes, si no recibe un manzanazo?
Y para terminar, aclaremos lo de la “manzana de la discordia”. Fue ésta no un fruto, sino una joya de oro en forma de manzana que la diosa de la Discordia ofreció a la más hermosa de las diosas. Hera, Afrodita y Atenea se la disputaron, y el troyano Paris se la entregó a Afrodita cuando ésta le prometió la más hermosa de las mujeres. Claro: la aquea Helena. Y por causa de esa manzana dorada ocurrió la más célebre de todas las guerras (incluso más que las dos Guerras Mundiales): la Guerra de Troya.
Para que se vea el poder de la manzana.
(2012)                         


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